EL ARTE DE LA DANZA

Béjart Ballet Lausanne

Ver a Béjart Ballet Lausanne en Teatros del Canal ha sido, sin duda, una de las citas ineludibles de la danza en nuestro país. En cartel tres piezas icónicas del desaparecido maestro marsellés, y  el estreno en España de una de las últimas creaciones de Gil Román. Su paso por la capital ha dejado huella.

El repertorio Béjartiano es brillante. Obras creadas hace casi medio siglo mantienen una fuerza escénica impactante. Le Mandarin Mervelleiux (Béla Bártok). Bhakti, de un gran poder visual y Boléro (Ravel), que cerró la velada como una de las insignias de Béjart. Sin embargo, cabe una mención especial a Tombées de la dèrniere pluie (2015).

Una interpretación brillante

Tombés de la dèrniere pluie narra los trazos de la identidad. Inspirado en las féminas de la compañía, Gil Román recrea una sociedad matriarcal.  Mujeres libres y enérgicas se organizan y dialogan alrededor de un hombre confinado en las fobias, miedos y esperanzas de una sociedad contemporánea.

Un inicio bellísimo con Julien Favreau en escena acompañado por el Quinteto de cuerdas de Shubert, Adagio,  uno de los movimientos lentos más emocionantes de la música de cámara. La interpretación de Julien destila una sensibilidad y expresión artística exquisitas. El magnetismo que evoca la belleza de esta pieza ha de ser vivido.

Y en los últimos acordes del Adagio el cuerpo de baile irrumpe con fuerza en escena, y nos devuelve a la realidad. Amazonas como gotas de agua, las mismas gotas que se escuchan en la búsqueda que Julién emprende hacia si mismo.

Con una recreación extraordinaria.

En esta pieza Gil Román incorpora por primera vez un apoyo audiovisual, del cineasta Lausannes Pierre Ives Borgeaud, «para dar voz a lo que no se le puede poner nombre» matiza Román. Henri Davila evoca la corrosión del metal y el deterioro en el vestuario para el papel masculino,  tejidos ligeros y colores neutros para el cuerpo de baile femenino. Una cuidada iluminación de Dominique Román envuelve la atmósfera de aires apocalípticos. En el escenario un refrigerador, roto y olvidado; puerta de entrada de un extraordinario viaje a la mente de un creador.

«¿Qué queda de uno mismo cuándo ya no queda nada?» —reza el programa—.

Si hace diez años la crítica dudaba de si Gil Román sería capaz de seguir con obra del genial creador francés, Maurice Béjart, hoy se aplaude su trabajo. Gil Román deja latente que su exquisita voz artística sigue nutriendo a la compañía,  al tiempo que mantiene más vivo que nunca el espíritu Béjart.

Una sala abarrotada de público de todas las edades y condiciones fue testigo de la excelencia artística de la compañía. El cuerpo de baile está en plena forma y se reafirma como icono indiscutible de la escena internacional.

En el vestíbulo rostros de felicidad y disfrute. Una noche memorable la que nos regaló Béjart Ballet Lausanne. ¡Bravo!

Béjart Ballet Lausanne

www.bejart.ch